Bajó los escalones con esa gracia suya y se plantó ante mí. De cerca era incluso más guapa.
-Ho-hola- dije. Sentía la lengua como un trapo.
-Hola- me respondió ella apartando la mirada durante un segundo. -¿Y…bien?- preguntó con cierta impaciencia.
En aquel mismo instante todo el discurso que tenía preparado pareció esfumarse de repente. En su lugar sólo acerté a balbucear un:
-Me…gustó mucho tu actuación el otro día-. Traté de sonreír, pero en su lugar sólo me salió una estúpida mueca que acentuaba mi imagen de idiota.
-Oh… gracias- me respondió con una leve sonrisa-.Eres… muy amable.
-Sí, bueno, yo…- “Mierda”, pensé. Aquello no iba como tenía planeado. Así no iba a poder decírselo…
-¿Tú…? –me instó a continuar. La voz de su profesora llamándola nos sobresaltó a ambos-. Oye… tengo que seguir ensayando. Si no quieres decirme nada más…
-¡No! Yo, bueno, quería decirte que…- de nuevo los nervios me cerraron la garganta.
Se volvió a oír la voz de la profesora reclamándola, esta vez con más insistencia.
-Oye… tengo que irme. Gracias por venir a verme y… por los zapatos. Ya… nos veremos en otra ocasión.
Se dio la vuelta y se encaminó hacia el escenario de nuevo. Y con ella, se iban todas las esperanzas que había albergado desde el momento en el que vi sus zapatos allí tirados. Todo por mi cobardía.
No podía acabar así.
-¡Espera!-grité a la desesperada, haciendo que se girara sobresaltada. Me acerqué a ella y le sujeté la cara con ambas manos-. Tienes algo en la cara. Déjame un segundo…
Le coloqué los pulgares sobre ambos párpados y ella los cerró, algo reticente. Le froté suavemente las pestañas un par de veces hacia abajo. A la tercera, le sujeté con toda la delicadeza posible las pestañas y, haciendo acopio de valor, la besé.
Fue un beso corto. Apenas dos segundos con sus labios pegados a los míos. Me recorrió una descarga eléctrica tan placentera que durante aquellos dos breves segundos el mundo pareció detenerse.
Al abrir los ojos, el peso de la realidad volvió a caerme encima. El miedo a su reacción, a que hubiera ido demasiado rápido, a que me rechazara… todo ello se apoderó de mí. Traté de serenarme, y levanté los dedos de sus ojos demorando el final lo máximo posible. Ella los mantuvo un segundo cerrados, y los abrió con lentitud.
Al hacerlo, su mirada me dijo que no me había equivocado.
-Te quiero- le susurré.

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